Desconozco el tiempo perdido, ocasionalmente siento que ha sido demasiado y sé bien que no hay lamento suficiente. Sin embargo, aún te siento a mi abrigo aún a pesar de las circunstancias, confesión temeraria que amenaza inclusive mi espalda. He sentido aquella sensación flébil que determina impulsos y respaldan mis esfuerzos aún asumiendo la distancia. A tu imagen hoy le he hecho su último recorrido, me he detenido en el nicho absurdo del pasado para observar tu sombra, aquella sensación conveniente y libertina del momento, atrevida, ociosa y ciega de mis preceptos.
Te he querido, no pude ser ajena a esa sensación que avivaba mi cuerpo y se enfrentaba con la sapiencia de la cordura y la sangre. No es posible devolver el tiempo y vivir a plenitud cada segundo como en el ayer. Tampoco lo he pedido. Pueda ser que sólo pudiésemos dar roces involuntarios de tristeza, ser víctimas y victimarios de encuentros donde la paz se vea afectada por la visita de la melancolía. Aspecto que aún podemos hacer.
Hoy ya he visto tu imagen, un encuentro simple, gastado y perdido en medio del polvo. Te he visto con tu mejor prenda, un hombre con su andar magníficamente elaborado, disuelto en mares de seda y puños de costumbre en medio de galas. Aún te refugias en tu sonrisa, veo que conservas los mismos detalles y aún el tiempo no deja sus huellas. Sigues siendo ajeno.
He dejado unas cuantas letras en tu puerta, en tu regazo, también lo he recordado. Es bien sabido que manejabas cual destreza adecuada para abrumar mi pensamiento, que estremecía y me destrozaba la calma, la misma que un día escribió tu nombre. Hoy te pienso y también veo que se avecinan los golpes del tiempo al hacerlo, pues siento avivarse en mi mente tu recuerdo a mediados de tu voz que susurra en lejanías porque ya no te encuentras cerca. Jamás pude medir las distancias, no quise y aún me rehúso a hacerlo.
Hoy veo en tu mirar el paso nefasto del placer, jamás en lo inmaculado de tu cuerpo. Pero si en la perversión de tu esencia, tu alma. Comprendo que estás enamorado del pasado, aún en tu andar es bien visto. Siempre he preferido el anonimato de un extraño que te deja saber de la nobleza y del tiempo que has creído jamás refugio de tu rostro, para hablarte, para llegar a ti. Pesares que aún recaen sobre mí y te condenan a ser muerte en medio de la vida y sendero de mil mundos.