He visto largas noches…

He visto largas noches su mirar,

Su hermosura al recuerdo,

El entorno de dos almas y,

La maravilla de ensueño;

He visto largas noches su ternura

Su alma perdida en mí,

Las mil historias prometidas hechas realidad en la fantasía de un recuerdo.

 

He visto largas noches su ausencia

Y, a su lado una mujer que aún lo añora.

Alguien que a diario se pierde en el viento pero aun conserva su fe.

Un alguien que respira silencios y se resguarda en el tiempo.

 

He visto largas noches la ilusión

La magia de lo intangible hecho destreza de pensamiento,

La estepa marchita de una lagrima aguda en soledad;

Caricias que destruyen  en silencio.

 

He visto largas noches la vergüenza en sosiego.

La misma artista plasmando sus historias con deseo,

En el lienzo prospero de un amor constante, evasivo a las horas,

Regocijo de esperanza en los ojos de un ser ajeno.

He visto largas noches…

 

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Cualquier minuto de placer

Desconozco el tiempo perdido, ocasionalmente siento que ha sido demasiado y sé bien que  no hay lamento suficiente. Sin embargo, aún te siento a mi abrigo aún a pesar de las circunstancias, confesión temeraria que amenaza inclusive mi espalda. He sentido  aquella sensación flébil que determina impulsos y respaldan mis esfuerzos aún asumiendo la distancia. A tu  imagen hoy le he hecho su último recorrido, me he detenido en el nicho absurdo del pasado para observar tu sombra, aquella sensación conveniente y libertina del momento, atrevida, ociosa y ciega de mis preceptos.

Te he querido, no pude ser ajena a esa sensación que avivaba mi cuerpo y se enfrentaba con la sapiencia de la cordura y la sangre. No es posible devolver el tiempo y vivir a plenitud cada segundo como en el ayer. Tampoco lo he pedido. Pueda ser que sólo pudiésemos dar roces  involuntarios de tristeza, ser víctimas y victimarios de encuentros donde la paz se vea afectada por la visita de la melancolía. Aspecto que aún podemos hacer.

Hoy ya he visto tu imagen, un encuentro simple, gastado y perdido en medio del polvo. Te he visto con tu mejor prenda, un hombre con su andar magníficamente elaborado, disuelto en mares de seda y puños de costumbre en medio de galas. Aún te refugias en tu sonrisa, veo que conservas los mismos detalles y aún el tiempo no deja sus huellas. Sigues siendo ajeno.

He dejado unas cuantas letras en tu puerta, en tu regazo, también lo he recordado. Es bien sabido que manejabas cual destreza adecuada para abrumar mi pensamiento, que estremecía y me destrozaba la calma, la misma que un día escribió tu nombre. Hoy te pienso y también veo que se avecinan los golpes del tiempo al hacerlo, pues siento avivarse en mi mente tu recuerdo a mediados de tu voz que susurra en lejanías porque ya no te encuentras cerca. Jamás pude medir las distancias, no quise y aún me rehúso a hacerlo.

Hoy veo en tu mirar el paso nefasto del placer, jamás en lo inmaculado de tu cuerpo. Pero si en la perversión de tu esencia, tu alma. Comprendo que estás enamorado del pasado, aún en tu andar es bien visto. Siempre he preferido el anonimato de un extraño que te deja saber de la nobleza y del tiempo que has creído jamás refugio de tu rostro, para hablarte, para llegar a ti. Pesares que aún recaen sobre mí y te condenan a ser muerte en medio de la vida y sendero de mil mundos.

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Añoranzas de un amor

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Corazón doliente, esclavo de tus propios errores, enardecido por un amor que te han privado de perpetuar. Viajero cuya preciada posesión es la intriga que sumerge y estrecha a los golpes de la realidad. El lento transcurrir del tiempo constata la tan mísera frecuencia con la que se mueve el viento que abriga tu suerte, tenue de mis brazos, pequeña llama que con mis dedos creció, lamentos de madrugada que claman un nombre, tu nombre, ese que hoy se halla vedado bajo preceptos de mi razón, hilares de tu imagen rasgueo impetuoso de tu recuerdo que se oculta bajo mi aurora.

Los días siguen su curso, sigo a esperas de un soplo de aliento mientras me resguardo bajo el trino excelso de las aves, existo bajo el zumo anhelo de la esperanza, veo caer los mismos bajo el corpóreo sendero de la carne que se aferra a un fragmento añorante de tu ser, tus labios. Abismal luz desnuda y fresca que aún te creo eres, nublosa es la imagen que con el tiempo dibuja tu rostro y escudriña mi alma, equívocos recuerdos del atrio mañana que pertenece al pasado y que no conciben marchar atrás porque aún se aferran a ti, aún en la distancia.

El tiempo trae consigo melancolía que gravita en mis pupilas, angustia de mis sueños, hilarante sentimiento que no cesa y en cambio se expande. Deambulo en acequias de tus pasos que mojan como el rocío de aquel presagio de ilusión en cama y que poco a poco se queda marchito y se deja someter al ático del olvido. Más allá de la brevedad de las horas, del día o de la inmortal noche veo emerger mi destino y encuentro el reflejo latente de una vida que aunque hecha polvo vive e intenta ser fugitiva de tu esencia ruin y sublime.

Hilares de vida.

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Contigo he aprendido a dibujar bocetos de madrugada, a dormirme en brazos sin importar edades, ni aún el más hermoso canto de aves se compara con la belleza que irradia tu mirada; recorrer, observar, escuchar nada es suficiente para apartarte de mi mente, tan excelsa sombra que sin asirse al tacto acaricia más que mi piel, acaricias mi alma. Y cuando llega el silencio, tan cálido y sofocante es cuando no se inventan sueños, se vive nuestra realidad con el follaje propio de su volumen.

Borroso es el tiempo que se refleja ante nosotros, pero las gotas de memoria que se ordenan y llegan a un minuto de inocencia, son de los momentos que deben reavivarse cada mañana sin perder el horizonte; porque los recuerdos son siempre la mejor manera que encontramos para confrontar temores, para observar los vitrales de los errores cometidos e intentar construir con las cenizas del alma.

Puedo dibujar sueños de esperanza e ignorar la existencia de un cronometro por seguir tus manos, sobrevivir en ramas de un trajín cotidiano solo por un instante de tu presencia sin sentirme ensordecida, fatigada para echar de menos la tan fiel soledad.
Eres el mar de colores que sabe mojar y traer consigo el hálito de mis noches predilectas, estrella que pende de mil pupilas y se refugia en mis palabras.

Neblina eres tú, encuentras calma dentro de la galerna de mi ser, pero también eres fuego sobre la desnudez imprevisible de mi conciencia; como el violín que estimula y provoca mil sentidos, así eres tu alma mía, soñador errante de mi sendero.